Reloj de arena.

 ¿Has vuelto a ir? ¿No hacía un año que no volvías?

 A veces paso cerca y el olor de sus jardines me llama.

 Para acercarte tan poco, tus pasos han dibujado un camino, ¿no estás cansado?

¿De acercarme siempre? No. Lo cansado es volver. Como dijo el lobo, sería mejor si siempre me recibiera a la misma hora. 

 No te entiendo, ¿entonces qué haces allí?

 Esperar.

 ¿Esperar a qué?

 Solo espero, ¿no te parece eso ya suficiente?

— No si las puertas de ese castillo nunca abren. O casi nunca abren. A veces vuelves con una sonrisa en la cara.¿ Algún día dejarás de ir?

 Cuando se rompa el reloj.

 ¿Qué reloj?

 Uno de arena, lo redibujo cuando me siento a esperar.

 ¿Y si un día no vas? 

 Bueno, al día siguiente la ventisca y arena lo ha ocultado un poco, pero siempre queda algo.

 ¿Y por eso vas todos los días? ¿ porque queda algo?

 El reloj, amigo, no es para mí.

Tiempo.

 Ojalá hubiera aprendido de él, pero quedan dudas.

 Tan rápido lanzándome, tan lento esperando que llueva.

Cuando cayeron las primeras gotas hace un par de días me alegré al pensar en ti, 

como si nos uniese, como si supieras lo mismo que yo al ver gota tras gota estrellarse.


Se acerca Navidad, se acercan los regalos.

Nunca pude ofrecerte nada a la altura, tan solo mi mano.

No hay nada más eterno que mi promesa de cuidarte.

Déjame que te cuide por una última vez, ahora que tú no puedes,

déjame dejarte ser libre, déjame ser polvo tras el paso de las agujas del reloj.


Te acompañé en tu primer paso, aunque me rompía por dentro.

Esta vez tmbién me rompo por fuera, ojalá lo pudieras ver.


Se acerca el frío y no sentiré tu mano fría en mi pecho.

Tenía tantas gotas que contarte que me ahogé en ellas mientras mantenías la puerta cerrada.

Lo entiendo, no abrirías a quien trae consigo una tormenta detrás.


No soy de regalos, pero espero que este, envuelto con mis lágrimas y forjado por el tiempo, aunque no te guste, sea el mejor que te pueda hacer en la vida.


Feliz Navidad.